martes, julio 29, 2008

La gente tiende a pensar piensa que los estudiantes de universidades públicas somos revoltosos.

En realidad lo son un porcentaje muy pequeño, sólo que hacen mucha bulla: hacen bulla por ellos y por nosotros, a los que no nos interesa su causa de turno. Y es más, además de ser un porcentaje pequeño no suelen tener la saludable costumbre de algún día graduarse... así que sumen, resten, dividan... son apenas un par de pelagatos y renuevan personal cada diez años.

Yo cuando estaba en el colegio (femenino, católico, de monjas) era revoltosa. Pues obviamente, entre lo revoltoso que puede ser un adolescente, es decir, con muchas ganas, más bien pocos conocimientos al respecto, y unas profundas y sólidas convicciones... de dos semanas.

Desde que leí el diario del Che mis lemas eran cosas como “para no luchar habrá siempre sobrados pretextos en todas las épocas y en todas las circunstancias, pero será el único camino de no obtener jamás la libertad.”, “nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo...” y bobadas por el estilo... y por supuesto, también tenía una camiseta del Che aunque pareciera prestada (porque las ideologías vienen en stretch, en cambio las camisetas sólo las vendían en tallas grandes).
En mi pico de “revoltosidad” mi sueño era morir luchando por una causa justa (pues no con armas, aunque en realidad nunca llegué a definir cuál causa ni por qué changos me tenía que morir); me encantaba la música de protesta, discutir con la profesora de Ciencias Políticas, y si me ponían a hacer un ensayo yo hacía una oda al comunismo (o a lo que creía que era).

No siempre con tanta bobada junta, pero fui revoltosa aproximadamente todo el bachillerato.

Y vean ustedes, yo que entro a la universidad y, ¡santo remedio!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

jajaj. Todo por llevar la contraria! :P

stessa dijo...

:P jejejjeje
pero es que con el ejemplo de severos petardos (los revoltosos universitarios asociados), quién no cambia de opinión!