sábado, noviembre 24, 2012

Una de las cosas que más me preocupa es estar donde no quieren que esté. Me preocupa sentir que no me quieren ahí pero quizás que no se atreven a admitirlo, o quizás no terminan de saberlo ellos mismos. Por eso huyo. A las primeras señales, huyo.

No se si sea perceptiva o sólo paranoica, pero estoy convencida de que a la gente se le nota el afecto, sutilmente, en muchas cosas. Bueno, no que se pueda elegir a cualquier sujeto y evaluar sus afectos a partir de una toma de datos, hay que tener un banco de datos de información sensorial anterior al punto a estudiar, de cuando se podía afirmar con algún grado de certeza que el sujeto tenía afectos, y establecer una comparación.
Y cuando se cuentan con los suficientes datos, es una comparación dolorosa. Pueden ser las mismas palabras, la misma mirada mil veces registrada por la memoria, pero donde en un extremo tiene algo, en el otro sólo hay vacío. En un punto, una mirada está cargada de una suerte de información intangible, y en el otro punto la misma mirada sólo habla de enfoque, ángulo, exposición, la mirada sólo contiene información óptica del sujeto de estudio.

Y así. Entonces huyo.
Al principio me trato de convencer a mí misma de que son ideas tontas mías, pero luego sí huyo.
Con frecuencia preguntándome si estaba o no equivocada, si yo sola me rompí el corazón y con eso decidí romperle el corazón a otro.

En ocasiones mi razonamiento ha demostrado estar en lo correcto, y en otras los resultados no han sido concluyentes.

Me voy y me llevo siempre la duda de si les hice (y me hice) un favor, o sólo fui una hijueputa.

A veces quisiera saberlo.

jueves, noviembre 01, 2012


No recordaba que la última vez que había estado acá había sido con él hasta que salí a caminar y me lo encontré en tantas partes.

Cruzo la calle y en un café está su cara por primera vez, en la estación está él esperando, en la universidad tintos bajo la lluvia, en la calle conversaciones alicoradas, sus ojos sonrientes a un par de centímetros y un par de lentes de por medio, en el centro un café y unas cuantas historias, hacia el sur cervezas y canciones en francés, en el parque besos, en el bar planes y excusas para viajar conmigo, en la terminal su cabeza sobre mi hombro, en la carretera mi cabeza sobre su cabeza sobre mi hombro. Todos los lugares tan llenos y tan ausentes de él.